Nació el 9 de noviembre de 1874 y falleció el 10 de mayo de 1930, en Córdoba, donde pasó gran parte de su vida. Hijo del también pintor y conocido Rafael Romero y Barros, director del Museo Provincial de Bellas Artes de Córdoba, comenzó su aprendizaje a las órdenes de su padre en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba a la temprana edad de 10 años. Gracias a su afán por aprender, vivió intensamente la vida cultural cordobesa de finales del siglo XIX y conoció ya desde muy joven todos los movimientos artísticos dominantes de esa época. En 1890 realiza lo que sería su primera obra conocida La huerta de los Morales.
En 1906, el Jurado de la Nacional rechazó su cuadro Vividoras del Amor, lo que provocó que el Salón de Rechazados fuera más visitado que las salas de la Exposición Nacional. Fue miembro de la Real Academia de Córdoba y de la de Bellas Artes de San Fernando. También exhibió su obra en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, y en múltiples exposiciones individuales en nuestro país y en el extranjero. El 18 de diciembre de 1922 el Ayuntamiento de Córdoba lo nombró Hijo Predilecto de la ciudad.
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Diana Cazadora. 1924 |
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El grueso de su obra se encuentra en Córdoba en el
Museo Julio Romero de Torres, donde se puede admirar el amplio repertorio de cuadros que fueron donados por su familia, por coleccionistas privados o comprados por el Ayuntamiento. Entre las obras más destacadas de este maestro figuran Amor místico y amor profano, El Poema de Córdoba, Marta y María, La saeta, Cante hondo, La consagración de la copla, Carmen, y por supuesto, La chiquita piconera.
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Cante Jondo. 1924 |
Las características principales de su obra pueden resumirse en simbolismo, precisión de forma y dibujo, luz suave en ropajes y carnes, extraña luz de escenarios, Poética artificiosidad de escenarios, Dominio de la morbidez , Capacidad enorme para representar la figura humana, Paisajes que refuerzan el simbolismo, Paisajes donde la realidad se convierte en alegoría , Paisajes listos para ser degustados por el alma «sin detenerse en la superficie coriácea de las cosas y Paisajes desmaterializados para su última vivencia con el espectador
Un galgo negro, traído desde Porcuna, una vez en Madrid, sería bautizado con el nombre de Pacheco, en memoria de aquel bandido valiente y leal, asesinado en Córdoba durante La Gloriosa. Pacheco desde entonces estará unido entrañablemente a la vida y al ambiente del pintor. Su presencia no pasará desapercibida para cuantos tuvieron la posibilidad de acercarse hasta su estudio y reparar en su mirada inteligente y triste. Este galgo fino, silencioso y señorial acostumbraba a dormir la siesta, repantigado en un diván o junto a un brasero dorado, mientras el maestro se entregaba a su arte. Pacheco, hierático y majestuoso contemplaba silenciosamente el basto desfile de periodistas, actrices, toreros y modelos de los que el pintor solía rodearse. Pacheco, era en la vida y decoración del estudio uno de los motivos principales. Sus ojos se alzaban reconocidamente a su amo al sentir sobre el lomo la caricia de la mano inconfundible. También fuera del estudio, Pacheco terminaría haciéndose popular en Madrid como su inseparable compañero.
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Julio Romero paseando con su galgo Pacheco |
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Mariquilla con Pacheco |
En 1924 Julio Romero pintaba en Madrid su cuadro Cante Jondo, composición en la que se abrazan el amor y la muerte. Pacheco, ese perro largo, delgado y negro azabache, ocupa un lugar principal en la parte superior del lienzo, lanzando un lúgubre y supersticioso aullido de misterio, junto a una mujer desnuda, erguida e impasible, que simboliza la fuerza inexorable y ciega de la fatalidad. También datado en ese mismo año, es el lienzo Diana Cazadora, donde Pacheco comparte protagonismo con la actriz Marichu Begoña (Mimi).
Durante el velatorio, Pacheco se pasó toda la noche aullando lastimeramente al lado del cadáver del que fue su amo. Parecía con ello querer rendirle un último tributo de fidelidad. Su entierro en Córdoba fue toda una multitudinaria manifestación de duelo. Mujeres y hombres de todas las clases sociales, confundidos en las calles, unidos por un solo sentimiento, demostraron su afecto por el insigne pintor cordobés. Inmediatamente la asociación de la prensa de la ciudad de Córdoba lanzó la idea de erigir un monumento a Romero de Torres.
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Escultura para el monumento por el artista Juan Cristóbal |
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Ubicado en los Jardines de la Agricultura (Córdoba) |
El proyecto, encargado al escultor almeriense Juan Cristóbal, íntimo amigo del pintor fallecido, no se materializaría definitivamente hasta la tardía fecha de 1940 en que fuera inaugurado, enclavado en la parte sur de los Jardines de Agricultura. El galgo Pacheco ocupa un lugar principal en la escultura junto a su dueño.
Fueron exactamente tres los años que Pacheco sobrevivió a la muerte de su amo. Cuando fallece Julio, Pacheco y la fiel Mariquilla, que durante muchos años asistió al pintor en Madrid, dos figuras que se habían hecho populares junto al pintor, emigraran a Córdoba, para acogerse al amparo de la familia de Romero de Torres. Allí, entre los aromas perfumados del patio del Museo, iría poco a poco apagándose su vida.
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Escultura de Jordi Ballester hecha para la exposición conmemorativa de Julio Romero de Torres en 2003 |
En el 2003, con motivo de la magna exposición «Julio Romero de Torres: símbolo, materia, obsesión», será reproducido, una vez más, el estilizado galgo Pacheco, en una estructura de cinco metros de larga por tres de alta, obra del escultor valenciano Jordi Ballester.
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Un post genial y una visión del galgo conmovedora, como son ellos, conmovedores.
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